“Con el horror como ley”, por Nicholas Pezzote

Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez. Barcelona, Anagrama, 2016, 200 págs.

La profesión de periodista de Mariana Enriquez se siente y se respira en cada uno de los doce relatos que componen este libro. Con notable herencia de la crónica y un estilo fuertemente visual a partir del cual logra que el lector viva en carne propia cada una de las situaciones narradas, Enríquez da vida a una Buenos Aires pobre, marcada por la dictadura, el machismo y la violencia institucional.
Un terror urbano es el que recorre cada uno de los cuentos de Las cosas que perdimos en el fuego, independientemente de que algunos de ellos puedan apelar a recursos del terror sobrenatural, la mayoría está construido sobre el horror de lo real. Sus relatos nos sumergen en inquietantes realidades que están ahí, en los barrios sin ley, en patios traseros de casas aparentemente normales, en los edificios que un día fueron centros de tortura. ¿Dónde está el verdadero horror, sino en la casa del vecino, en la corrupción institucional, o en un pasado político aún sangrante?
Cargados de fuerte contenido social y de un ánimo de denuncia, las historias de Enríquez nos conectan con los temores propios de la infancia y la vida adulta. Cuentos como “El chico sucio” nos trasladan instantáneamente a un barrio relegado de la ciudad de Buenos Aires donde la violencia que sufren los niños de la calle es un horror cotidiano al que estamos acostumbrados a ignorar. Pero ¿qué sucede cuando se mira al horror de frente? ¿Cuándo miramos a los ojos al chico sucio y decidimos hacernos cargo, al menos un poco, de la parte que como sociedad nos toca?
Bajo un registro más sobrenatural nos encontramos con “La Hosteria”, un relato que mezcla con perfecto equilibrio elementos del terror clásico, con la reconstrucción histórica y precisa de hechos atroces de la historia política Argentina.
“La casa de Adela”, una de las joyitas del libro, nos sumerge en un clima fantástico con absoluta herencia de la narración cinematográfica. “Tela de araña”, más extenso y enigmático, contiene microhistorias dentro de la trama principal, además de un desenlace que provoca verdaderos escalofríos.
La odisea de la fiscal que desciende al infierno en forma de suburbio en “Bajo el agua negra” o la de la asistente social en crisis que cree haber descubierto algo terrible en “El patio del vecino”, son relatos sin desperdicio que manejan el suspenso y la atmósfera inquietante con amplia maestría.
El libro se cierra con el cuento que da título al libro. “Las cosas que perdimos en el fuego” es un relato crudo e impactante sobre una realidad sobrecogedora, la ola de femicidios que azota a la Argentina en los últimos años, en la que la modalidad de quemar mujeres y llevarlas de esta forma hasta la muerte ha producido y produce una fuertísima conmoción social que llevó a una revisión y puesta en quiebre de los valores patriarcales. En este relato cuyos niveles de horror aplastan al lector, la decisión que toman las mujeres del cuento impacta más por lo verosímil de la situación narrada que por los hechos en sí.
Con una combinación única de estilo narrativo, recursos sobrenaturales y realidad social, Mariana Enríquez logra un libro contundente, en el que algo de la naturaleza del mal parece haber sido captado.



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