“El latinoamericanismo intelectual y el método de la supranacionalidad”, por Gerardo Oviedo
Historia comparada de las literaturas argentina y brasileña. Tomo II. Del romanticismo canonizador a la
República oligárquica (1845-1890), Marcela Croce
(dir.). Villa María, Eduvim, 2016, 388 págs.
La Historia comparada de las literaturas argentina y brasileña, dirigida por Marcela Croce, cuenta ya con su segundo tomo, del
total de una proyección de seis. Este tomo, subtitulado “Del romanticismo
canonizador a la República oligárquica (1845-1890)”, presenta una nota editorial y catorce capítulos. Los artículos abarcan una serie amplia y diversa
de corrientes estéticas y movimientos intelectuales, desde el romanticismo
hasta el positivismo y el cientificismo, cubriendo un amplio prisma ideológico
y estilístico. Además de la directora, escriben, en orden de aparición: Melina
Di Miro, Solange Victory, Facundo Gómez, Pablo Nicotera, Alex Lara Martins,
Norberto Gugliotella, Mariano Veliz, Lucas Panaia, Mercedes Alonso y Norma
Bruzzese.
La magnitud de esta obra comparativa
amerita una serie de consideraciones. Cabe destacar en primer término que con
el proyecto de la Historia comparada de
las literaturas argentina y brasileña, asistimos al plan de una obra
monumental, cuya labor de investigación y reflexión merece valorarse como un
aporte decisivo al latinoamericanismo
intelectual contemporáneo. Entre sus aportes, no es el menor aquél que nos la
revela como una concreción programática del proyecto de constituir una teoría
original e independiente de América Latina.
La literatura de ambos países, objeto
del análisis comparativo, es interpretada no sólo en sus funciones textuales
inmanentes. Se enfoca el espacio representacional histórico de la construcción
identitaria letrada de nuestras narrativas nacionales, situándoselo en el
contexto de una modernidad periférico-dependiente. Es pertinente destacar, en
consecuencia, que la Historia comparada
de las literaturas argentina y brasileña no debería ser leída sólo en clave
genealógica, dado que reviste efectos de intervención ética y política en el debate
intelectual del presente. Por si fuera poco, configura un paradigma de ensayo
de investigación, cuyo horizonte epistémico prosigue
las huellas del proyecto transculturador de una teoría crítica latinoamericana,
encontrando en el legado de Ángel Rama uno de sus hitos fundacionales.
En efecto, la arqueología discursiva y
axiológica que practica el comparatismo literario periférico parte del conatus de la “melancolía crítica” por
la unificación utópico-emancipatoria de América Latina, haciendo pie en sus
tradiciones libertarias, antiimperialistas y anticoloniales. Se puede ver que
esta perspectiva localizada y radical se consuma ya en la justificación de la
obra que inicia el Tomo I, con su apelación a las tesis de Silviano Santiago.
Al despejar hermenéuticamente el “entre-lugar” del discurso latinoamericano
para deconstruir la categoría colonial de “influencia” y su apología de la
copia de la fuente occidental, se logra restituir la paridad de los textos
periféricos en un horizonte de independencia intelectual compartida. Esta
operación no se realiza bajo el presupuesto de una jerarquía literaria entre
uno u otro país, sino a partir de un conector igualitario que repone las
diferencias en las variantes que registran las distintas modalidades situadas
de los modelos externos. A la vez, promueve e incita una bilateralidad culturalmente
intensa. Conforme a esta perspectiva, la Historia comparada de las literaturas argentina y brasileña representa un impulso
efectivo en la concreción del proyecto de la integración literaria
latinoamericana, o siquiera geo-culturalmente ampliada.
Al restituir en el plano metodológico
una proximidad de equivalencia entre los textos comparados, se pretende hacer
de las diferencias culturales y estilísticas un valor orientador del análisis
crítico. Se obtiene así un dispositivo de comparación por diversidad que, en
vez de forzar las semejanzas, pretende reintegrar las relaciones de un texto
con el sistema literario en el que se produce. Se entiende entonces por qué los
textos son interrelacionados de acuerdo a sus funciones en el sistema literario
regional, antes que por referencia a una equívoca “literatura nacional”. Los
textos resultan así integrados en un marco de referencia mayor, sin que sus
diferencias locales interpongan zonas refractarias o cesuras recalcitrantes. La
articulación sistemática entre los textos comparados, más que en la cronología,
se sostiene en la forma literaria que los hechos adquieren en su construcción
discursiva. La práctica compleja del comparatismo intra-americano supone una
voluntad provocativa, sostenida en la necesidad de trasponer los límites del
modelo de las literaturas nacionales, desde una intención polemista a la vez
que utópica. Se trata de una postura no meramente “metodológica”, formalista,
pues define una praxis de investigación que permite sistematizar “los estudios
comparados con un ojo puesto en el método y otro en la perspectiva política”, y
que además incide “en el desarrollo de un campo inexplorado de producción y
transmisión del conocimiento dentro de la comunidad académica, ofreciendo
asimismo un modelo para aplicar a otras disciplinas” [1].
La Historia comparada de las literaturas argentina y brasileña dirigida por Marcela
Croce prosigue la tradición latinoamericana de teoría transitiva y dialéctica
de los contactos culturales asimétricos. Sigue la misma “pasión criollista” que
vibra en los ensayos clásicos de Fernando Ortiz, Mariano Picón-Salas, Darcy
Ribeiro o el propio Rama, entre otros. Esta genealogía del paradigma
transcultural se ensancha, continuando y a la vez ahondando lo propuesto por
Rama, con la “voluntad de dar productividad a un método y un conjunto de
presupuestos que permiten abordar Latinoamérica desbrozando los prejuicios que
se han instalado en torno al topónimo, y recuperando como idea rectora su
condición de utopía intelectual”, como ya anunciaba Marcela
Croce en Latinoamericanismo. Pues
aquí no debe perderse de vista, precisamente, que el comparatismo es “el método de la supranacionalidad”: la forma de
ejercitar el propio “método de la utopía en América”, ya que esa “utopía intelectual”,
puede “superar en algún momento la condición futurista e idealizada que
conlleva el lugar inexistente para expandirse en territorio comunitario, libre
de nacionalismos mezquinos y mejor pertrechado, por lo mismo, para rechazar las
avanzadas invasoras” [2].
Este posicionamiento deja expuesto que
sólo desde un paradigma verdaderamente ampliado, integrador y no reductor de la
diferencia, podría comenzar a articularse un sistema interpretativo unificado
de los fenómenos de “transfiguración étnica”, para decirlo ahora con Darcy
Ribeiro, quien antes que los críticos “poscoloniales” ya tenía a la vista el
problema dialéctico de la colonización cultural. Pues visto desde la
antropología dialéctica de Darcy Ribeiro, puede decirse que el proyecto
comparatista impulsado por Marcela Croce y su grupo de investigadores responde
a la pretensión de concretizar una autonomía cultural latinoamericana,
situándose en la “fase más avanzada” de la “tercera etapa” de la
transfiguración cultural, o momento neoculturador de la transculturación. Aquí
el paradigma de la transculturación y el comparatismo latinoamericanista
convergen normativamente en esta anticipación utópico-intelectual autonomista.
No es inadecuado insistir que el comparatismo
latinoamericanista transcultural –si se acepta la pretensión terminológica–
surge en el campo literario, en efecto, pero lo trasciende desde adentro como
objeto y horizonte, proyectando su hermenéutica antropológica y su ontología
transitiva sobre la multiplicidad viviente de las objetivaciones discursivas y
simbólicas de los mundos de vida que pueblan nuestra modernidad sureña.
A cualquiera que trabaje en el campo
del pensamiento latinoamericano, no puede menos que causarle cierta perplejidad
tomar noticia de la cantidad de textos brasileños que pasaron desapercibidos en
muchas narrativas canónicas latinoamericanistas [3].
Rectificando semejante supresión, la Historia comparada de las literaturas argentina y brasileña, con su ampliación del
“sistema literario”, comporta un nuevo desafío para la tradición
latinoamericanista. Su contribución no supone un imperativo de autoridad
lanzado por parte de quien tendría la última palabra en un estado de la
cuestión. Más bien es una invitación a la alegría del conocimiento, en tanto
ésta se intensifica y recrea con la reciprocidad convival, componiendo una
suerte de episteme fraterna. ¿No es esta amicitia
también un modo vital de profesar el latinoamericanismo? Sea como sea, esta
clase de apuestas teórico-metodológicas y práctico-normativas, sin dejar de
desestabilizar y remover para crear y avanzar, dan como resultado una obra que
persuade y convoca. Su disposición exhortativa a abrir el diálogo real con la
cultura brasileña, se acerca mucho más al descubrimiento gozoso de un paisaje
cognoscitivo que a la acumulación rutinaria de un saber profesional.
En este Tomo II, de similar manera que
en el Tomo I, la agilidad expositiva convive con el rigor analítico, la
innovación interpretativa con el control archivístico y bibliográfico. Por ello
la erudición precisa no va reñida con la vocación didáctica, ni ésta con el
recorte tipológico. Si la trilogía de Latinoamericanismo,
dirigida también por Marcela Croce, se solazaba muchas veces en un tono general
denuncialista que tampoco se privaba de la ironía, la Historia comparada de las literaturas argentina y brasileña, en
cambio, parece optar por una clave más descriptiva –acaso próxima al precepto
retórico clásico del decoro–, sin neutralizar por ello la subjetividad
enunciativa, ni resignar su capacidad de incidir pragmáticamente mediante
efectos perlocutivos. A no confundirse, esta historia literaria e intelectual
comparativa, no fue puesta a dieta de agua para poder autorizarse en la lengua
administrada del paper cientificista.
Su escritura despliega una sutil tropología, cuya nada previsible alegoresis
nacional trasunta un espíritu de finura que no pierde proporción geométrica. Configura
una meditación plástica y cromática, muralista, pictórico-conceptual, que
dramatiza los avatares y derivas de nuestros imaginarios culturales. Consigue un
equilibrio prudencial, verdadera phrónesis
entre concisión y profundidad, información y belleza, léxico y metáfora, donde
la seriedad académica se ejerce sin ceder las potestades retóricas del género
ensayo: provocación polemista, intervención valorativa, amplitud diagnóstica,
envíos intertextuales, sutileza argumentativa, incidencia ética, politización
epistemológica, etcétera. Y una vez más con Rama, es notorio que el método
comparativo ejercitado en la Historia comparada de las literaturas argentina y brasileña lleva a término el “arte
panorámico” que aquél practicara con el objeto de captar las distintas figuras epocales del sistema literario
latinoamericano [4]. Y no es
poco decir que estamos ante una de esas obras capaces de confrontar al lector
desde una moral crítica de intención libertaria, aguijoneada desde el aura
utópica que emite la palabra martiana de “Nuestra América”.
[1] Croce Marcela,
(dir.), Historia comparada de las
literaturas Argentina y Brasileña. Tomo I. De la colonia a la organización
nacional (1808-1845). Prolegómenos e inflexiones mayores de la literatura
independiente, Villa María, Eduvim, 2016, p. 15.
[2] Croce, Marcela, “Introducción”,
en Marcela Croce (ed.), Latinoamericanismo.
Historia intelectual de una geografía inestable, Buenos Aires, Simurg,
2010, p. 8.
[3] Así por ejemplo, en la selección
que realiza el filósofo mexicano Leopoldo Zea de cien textos del canon intelectual latinoamericano de los siglos XIX
y XX, tan solo tres corresponden a
pensadores brasileños. Cfr. AA.VV., Ideas
en torno de Latinoamérica, (Presentación de Leopoldo Zea), 2 Vol., México,
UNAM, 1986.
[4] Cfr. Rama, Ángel, “Prólogo”, en La novela en América Latina. Panoramas
1920-1980, Santiago de Chile, Universidad Alberto Hurtado, 2008 (1° ed.
1982) pp. 20-22.
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