"Necesitamos palabras que nos expliquen", por Fabián Soberón (Entrevista a Luis Scafati)


¿Qué es un lápiz para Luis Scafati?

Cuando pienso en un lápiz, no puedo dejar de imaginar la materia de que está hecho, la madera que alguna vez fue árbol o el carbón que guardaba la tierra o el grafito. Pero después no puedo dejar de sentirlo como una varita mágica, que nos permite abrir sobre el papel o el lugar donde se asiente, un mundo que hacía un momento ignorábamos.

¿Por qué se dedica a la ilustración?

Muchas veces me pregunté por qué me dedico a esto llamado ilustración, entre otras cosas. Pero lo primero que se me ocurre es mi amor por los libros, esos objetos democráticos, que tanto se brindan a una persona que vive en el centro de una capital como a alguien en un pueblito cercano a la montaña.
De alguna manera, ilustrar una obra me permite participar de eso que amo.

En un tiempo, la ilustración era vista por ciertos artistas como un arte menor. Usted que ha ejercido diversas posibilidades del arte visual, ¿cómo piensa a la ilustración?

Esas jerarquías de artes menores y mayores me parecen pobres y cargadas de prejuicios.
Me siento fuertemente atraído por el arte popular, lo que la gente hace con la mano, desde un grabado de la literatura de cordel en Brasil, a esas pequeñas tallas de calaveras mexicanas o los cacharros de barro que hornean en el norte Argentino.
Pienso la ilustración desde ese lugar, que obviamente está influido por todo lo sucedido en las artes visuales. La misma ilustración tiene su riquísima historia, que lamentablemente olvidan muchos que creen que todo comenzó la semana pasada.
Hoy la ilustración tiene muchas posibilidades ya que la técnica de reproducción se perfeccionó hasta lo increíble, pero no encuentro que por esto se haya superado a un Doré por ejemplo.
Creo que los grandes ilustradores de nuestra época son los directores de cine. Pienso en un Fellini, en los Cohen, en Roy Anderson.


En una charla sobre su relación con el escritor Di Benedetto, usted contó que el diario Los Andes le parecía una publicación conservadora y ligada a lo que no le interesaba. También contó que era un hippie que andaba con sandalias y el pelo largo ¿Cómo ve esos años de inicio en su carrera artística? ¿Le parece que el aire utopista de los sesenta ha desaparecido?

Los sesenta fueron una eclosión, pensemos en Los Beatles, en el llamado boom literario latinoamericano, el mayo francés, el hipismo, Vietnam, Cuba, el Che. Todo eso lo viví cuando tenía 20 años, un mundo en plena ebullición, yo mismo en plena ebullición, eso es lo que recuerdo, no sé cuánto hay de real pero tengo la sensación de que algo groso pasó.
Hoy siento que todo es más light, probablemente me equivoco, pero eso es lo que siento.


¿El arte tiene una misión política? ¿En qué consiste esa función, misión o propósito? Le pregunto esto considerando las barbaridades que hicieron algunos artistas soviéticos en pos del stalinismo pero también algunas frialdades snob que ejercen ciertos artistas contemporáneos.

No, yo no creo que el arte tenga ninguna misión.
Parafraseando a Francis Bacon, uno mira pintura, lee poesía, escucha música para sentir algo.
Siento que el arte es una necesidad primaria, como alimentarse o respirar, pero no sabría decir si sirve para algo, siempre estuvo, es lo que hoy sabemos de todas las culturas que nos precedieron.
Tenemos una idea utilitaria de todo, tal vez como producto de esta cultura capitalista donde estamos sumergidos, pero el arte que yo sepa, no es utilitario, en cuanto a ese desentenderse de ciertos artistas contemporáneos, me parece un costado mezquino de ciertos individuos.


El crítico y poeta David Lagmanovich dijo que vivimos en un excesivo prosaísmo. Se podría decir algo similar con respecto al exceso de imágenes que circulan en la sociedad del espectáculo y del snobismo. ¿Qué lugar y qué valor tiene el arte visual en el mundo del exceso y de la explotación de imágenes?

Es verdad que existe un exceso de imágenes. Nuestra vida transcurre en un mundo de imágenes, en la calle miles de carteles, letreros, signos que nos llaman, nos sugieren, nos manipulan, para no hablar de los teléfonos celulares, de las pantallas de tv.
Si pienso en el labrador de la edad media, cuyo día transcurría bajo el sol, mirando el surco, peleando con los pájaros y demás depredadores, aplastado a la noche por el cielo y sus constelaciones, llegaba el domingo y en la iglesia, solo allí encontraba las imágenes de los santos sufrientes, el Cristo en la cruz, el infierno... esas imágenes pesaban en su vida, tal vez porque eran pocas tenían la contundencia de transmitir algo.
Hoy siento que esa contundencia se perdió, necesitamos palabras, palabras que nos expliquen, que nos develen el misterio, palabras que se dirijan a nuestro cerebro no a nuestro cuore. Tal vez acá esta la etiología  del llamado arte conceptual.

¿Qué opinión tiene del arte conceptual? Pienso en ese territorio, en esa zona del arte contemporáneo que se armó a partir (y sobre) del ready made de Duchamp. ¿Qué opinión le merece? ¿Es una máscara, una falsificación del arte, un embuste? ¿O es una forma única que será comprendida en el futuro?

Me llama la atención que Marcel Duchamp que fue quien menos hizo en el arte, sea tan valorado como Picasso que fue quien más hizo en el arte.
Pero no quiero invalidar con esto ciertas experiencias del mal llamado arte contemporáneo, me cuesta entender el excesivo protagonismo de Duchamp.
He visto cosas muy valiosas, instalaciones de Rebeca Horne, de Sarkis, no pasan de largo. Son expresión de una cultura, de una tecnología. Como también lo son las pinturas de Lucian Freud, de Antonio López, de Antonio Berni.
Pero así como hay malos pintores hay una legión de chantas en esto del arte conceptual.
Sobre todo porque es más fácil, entre comillas, hacer una instalación, con un televisor, un poco de ceniza, unos metros de plástico algunos ingenuos creen que hacen arte.


Usted ha realizado infinidad de obras. Entre ellas, ha ilustrado libros de grandes escritores. Por ejemplo, Kafka y Ricardo Piglia. ¿Qué relación tiene con la literatura? ¿Le parece crucial esa relación para su concepción del dibujo? ¿Modifica la lectura su forma de plantear la ilustración?

Alguna vez quise ser escritor, escribo desde que era adolescente, poemas, cuentos, diarios, chistes, guiones. Pero tenía mucha facilidad para dibujar, lo hacía desde que tengo memoria.
Dibujar también es contar, con otra caligrafía quien dibuja relata, siempre en un dibujo hay una historia, así sea en el dibujo de una cara, hay un historia.
Por eso creo que un componente básico de cualquier aspirante a ilustrador es la literatura. Ese mundo, el de los escritores, está en el mundo del ilustrador. El ilustrador trabaja con lo escrito, lo traduce, lo amplifica, lo interpreta.
De lo contrario, se transforma en un decorador, sin sustancia, sin espíritu, sin alma.


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