“Un curioso club”, por Fabián Soberón


La intromisión, de Muriel Spark. Buenos Aires, La Bestia Equilátera, 2011, 251 págs.

Nada impedirá que recomiende la novela La intromisión, de Muriel Spark. Ni el calor, ni los lectores desganados, ni la abulia de la industria editorial. Cuando se lee a una autora que ha escrito una novela magistral, llena de humor y de inteligencia, lo único que cabe es recomendarla.
La voz de la narradora cuenta la historia en primera persona y lo hace con una naturalidad que produce una comunicación rápida y verosímil. La prosa se ajusta al tono confidencial y el lector siente que está leyendo los secretos de alguien desconocido que, sin embargo, con el correr de las páginas se convierte en una voz amigable y veraz. Fleur, la narradora, se queja, analiza, padece, y ofrece sus apreciaciones sobre la realidad y la ficción con la misma inteligencia (en todos los casos).
La novela narra la difícil vida de Fleur, una curiosa escritora en ciernes que no tiene trabajo y que lo encuentra como secretaria de un delirante club de aspirantes a autobiógrafos. Los miembros selectos del grupo no tienen habilidades literarias y Fleur debe ocuparse de mejorar sus borradores mediocres. El líder y creador del club es Sir Quentin, un atildado caballero venido a menos amante de los títulos nobiliarios y defensor del espíritu místico. Con el paso de los días, Fleur se entera de que sir Quentin tiene propósitos menos inocuos con los miembros del club. Su pasión por la autobiografía y por la idea de un club selecto que deja documentos de nobles ciudadanos para la posteridad tiene componentes no santos. Por contrariar el proyecto secreto de sir Quentin, Fleur se ve envuelta en sus redes paranoicas y místicas. Sir Quentin tiene como aliados a la fea sirviente de la casa, la señorita Tims, quien está enamorada de él, y a los pobres aspirantes a autobiógrafos. Pero ni sir Quentin ni la señorita Tims saben que Fleur se ha hecho amiga de la anciana madre de Quentin, Edwina, quien le ayudará no sólo a descubrir los pérfidos fines del líder del club sino también a recuperar el manuscrito perdido de su primera novela.
Mientras la trama fluye y crece como un río, la voz de Fleur se las arregla para introducir la “discusión” sobre las relaciones entre literatura y vida, o entre ficción y realidad. Y precisamente es el modo de incorporar esa discusión lo que le da un tono peculiar a la novela. Muriel Spark introduce este “problema” y lo resignifica convirtiéndolo en un elemento de la trama.
Una de las gemas que más brillan en el espacio de la novela es el personaje de la anciana Edwina. Ella, al igual que los personajes secundarios, no serán olvidados. La tierna y pícara anciana le ayuda a Fleur a descubrir el sentido de los hechos y de la vida.
Hay en la voz de la narradora cierto tono de melancolía feliz que atraviesa toda la obra. Pero este tono está particularmente logrado cuando Fleur habla de la escritura de su “primera novela”. Estas apreciaciones, lejos de aburrir con sesudas reflexiones literarias, lo que hacen es describir sin ambages y con humor la tensión entre autor y editor de una manera original. Con sobriedad y sentido de la ironía, Spark aborda cuestiones que están en el centro de los debates literarios y dibuja enredos con pericia y encanto.
La construcción de la trama es precisa y calculada. Además de crear personajes inolvidables, Spark es una artista al dibujar el perfil indirecto y breve de los personajes secundarios. Y el sutil sentido del humor palpita en las páginas como un corazón agitado y vital.
Celebro la reedición que hizo La bestia equilátera de esta novela de Muriel Spark. Los que ya la han leído, pueden hacerlo de nuevo. Para los que no se han acercado a Spark, esta es una excelente oportunidad.

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