"Una profecía literaria sobre el genocidio judío", por Anna Rossell

Mía es la venganza, de Friedrich Torberg. Traducción de Lidia Álvarez Grifoll. Sajalín Editores, Barcelona, 2011, 114 págs.


Escrita y publicada por primera vez en 1943 en su exilio norteamericano, esta novela breve de Friedrich Torberg (Viena 1908–Viena 1979) –escritor, periodista (comentarista deportivo y crítico teatral)– constituye, junto a Der Schüler Gerber hat absolviertEl estudiante Gerber ha aprobado, publicada en 1930 en Viena–, uno de los mejores textos de su autor. La novela tiene la prerrogativa de ser pionera en su tiempo en enfrentarse al tema del genocidio nazi, adelantándose a los hechos históricos de los planes de exterminio, y sigue perteneciendo a la minoría de las que no tratan sólo de la actuación inhumana de los nazis y del tormento físico de los judíos, sino también de un dilema moral.
Mía es la venganza, que se publica ahora en España junto con el relato El regreso del Golem, es un pequeño tesoro literario, pues sabe condensar en sesenta y seis páginas el período más negro de la historia europea del siglo XX a través de la biografía de un judío y de sus terribles vivencias en un campo de concentración. La novela es una pieza maestra de la narrativa breve, pues maneja con precisión la concisión significativa; raras veces tan pocas palabras glosan tanto: el dolor, la tortura psicológica y física, los planes nazis del exterminio de los judíos, los métodos de los torturadores, la reflexión sobre la venganza, la culpa, el exilio…  
A partir de la reiterada coincidencia de dos personajes en un muelle de Nueva Jersey en 1940 y de la conversación que entablan, Torberg construye el marco de los hechos que narra el protagonista judío a su interlocutor casual, quien a su vez nos los transmite. Rehuyendo todo sentimentalismo, el autor describe con un lenguaje lacónico, lúcido y conciso el sufrimiento de los internos del barracón de los judíos de un campo de concentración considerado “no tan malo”, a partir del momento en que destinan allí al sádico jefe del grupo de las SS Hermann Wagenseil como nuevo comandante. El núcleo temático de la novela lo constituye, como anuncia el título, el tema de la venganza, una discusión a la que se entregan los judíos del campo y en la que un futuro rabino defiende la de Dios como única legítima, remitiendo a las palabras divinas de la Biblia. Original y magistral es la estructura, que coloca el clímax al final, dando un golpe de efecto extraordinariamente sorprendente, que contiene la clave interpretativa y parece desvelar la posición del propio autor hacia la cuestión medular que plantea. El texto da fe del humanismo de Torberg, cercano al de Stefan Zweig.
La edición que comentamos ha seguido el ejemplo de la alemana de 1968, que publicó la novela con el relato El regreso del Golem. La edición conjunta resulta adecuada y justificada, no sólo porque el relato abunda en la misma temática, sino porque constituye un complemento de la novela, tanto informativo de los hechos históricos como de la propuesta que hace el autor respecto de la reflexión sobre la venganza. A lo largo de cuarenta y cinco páginas y tomando como punto de partida la leyenda del Golem, el autor vienés da cuenta de cómo funcionó el plan del jefe del Reich de las SS de reunir en Praga “todo lo que evidenciara la actividad infecta, infame y peligrosa para la humanidad de los judíos, y que permitiera demostrar que tenían que ser exterminados […]”. El llamado “Programa de Ilustración”, que consistía en diseccionar “científicamente” todo el material reunido para darle categoría de documento tras un estudio que condujera a las conclusiones deseadas que justificaran el exterminio, lleva a convivir y a trabajar conjuntamente a un grupo de nazis y judíos. También el relato resulta muy informativo al abordar un aspecto poco común en la literatura llamada del holocausto. Para quienes no estén muy familiarizados con ella será novedosa la diferenciación que hacían los nazis al conjeturar sobre su colaboración: “Algunos lo harían voluntariamente y con conocimiento de causa […]; algunos lo harían voluntariamente y sin conocimiento de causa […]; algunos lo harían por obtener ventajas personales; y a algunos probablemente habría que doblegarlos, o bien con promesas o bien con amenazas.” Todo un abanico del refinamiento de los métodos nacionalsocialistas plasmados en la estrecha convivencia entre verdugos y víctimas, una matizada diferenciación de actitudes entre la complicidad y la autodefensa de estas últimas.
Friedrich Torberg, cuyas obras fueron prohibidas en 1933 con la ascensión de los nazis al poder, por su ascendencia judeoalemana, se vio obligado a emigrar primero a Suiza, en 1938 y después a los Estados Unidos gracias al visado que le procuró el club P.E.N., que lo protegió especialmente como autor alemán anti-nazi. De su exilio americano regresó a Viena en 1951.  Ya antes de la guerra, en Praga y en Viena, Torberg frecuentó los cafés y las tertulias de los intelectuales de su tiempo, los mismos a los que acudían Hermann Broch, Robert Musil y Franz Werfel. Fue amigo de Egon Edwin Kisch, Alfred Polgar y Joseph Roth. Conoció a André Malraux, Bertrand Russell y Ernst Toller. En el exilio frecuentó el círculo de emigrantes de Hollywood que acogió a Lion Feuchtwanger, Thomas Mann y también a Bertolt Brecht, a pesar del anticomunismo que caracterizaba al autor vienés.
Mía es la venganza es la primera obra suya que se publica en España.

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